Desde hace muchos meses tuve el anhelo de conocer Huari, especialmente el lago Purhuay (3580 msnm). Por ello, acompañando de mi equipo (Jonah, Elías, Telma y yo) nos dirigimos allí. Como siempre la altura de los 4200 m de Conococha es un reto a la salud para cualquiera que viene de la costa.
Ya bajando un poco, nos detuvimos en Catac, y emprendimos nuevamente la subida, pero antes nos quedamos maravillados con el lago Querococha (3980 m.). Aprovechamos el momento para tomarnos unas fotos para el recuerdo. Lo bueno de este lugar es que cuenta con una cafetería andina muy rústica donde ofrecen sopita de papa, agüita con yerbas medicinales, panes, etc. los cuales reaniman el espíritu aventurero de todo viajero.
Hace varios años la carretera Catac - Chavín, estaba en condiciones regulares. Esta vez, apenas atravesaros el tunel Cahuish (4550 m.) tuvimos una gran decepción por la pista que se encuentra completamente destrozada. Lástima que la indiferencia de los gobiernos de turno sea tan evidente en esta parte de Ancash. Otro detalle es que a esta vía le deben llamar la "carretera de los mil rompemuelles" que cada 50 metros encontrarás uno tras otro en tu recorrido. De ahí que tuvimos que ir a paso de tortuga, siempre cuidando nuestra movilidad.
Después de un viaje agotador, llegamos a Huari, donde recobramos nuestras fuerzas con una salchipapa, un caldito de cabeza y de gallina, para seguir nuestro camino al lago Purhuay, donde ni bien llegamos los que primero hicimos fue instalar la carpa y alistar nuestro kayak y disfrutar de las calmadas aguas de esta bella laguna.
Purhuay, es un lago apacible, muy hermoso, y con un clima soportable, no hay fuertes vientos, pensábamos que haría más frío, pero no fue así. De verdad que para ir a este lugar se requieren al menos 3 días para conocerlo y disfrutarlo en su totalidad.
Cuando pensábamos que nuestra aventura terminaría en Huari, nos equivocamos. Porque en vez de regresa por el túnel, decidimos ir por la ruta a San Luis. A la medianoche, estuvimos en un lugar tan inhóspito, un camino que no tenía cuando acabar. Recién en Lima me enteré que toda esa vía es la Carretera Longitudinal de Conchucos, donde nos elevamos hasta los 4260 m del lago Huachucocha, lugares que ya no pudimos conocer la hora avanzada y la neblina que nos acompañaba.
Descansamos en San Luis, y en la mañana emprendimos el viaje hasta Chacas, un pueblo muy tradicional con una arquitectura clásica y su gente muy entregada a la religión. Debo confesar que nunca he visto a católicos tan entregados entonar sus canciones con tanta pasión y devoción durante su misa dominical.
Lástima que no tuvimos el tiempo necesario para conocer más de Chacas y su historia. Sólo hicimos la promesa con Telma de un día regresar y conocer este pueblo como se merece.
Durante todo nuestro recorrido por los Conchucos, el clima no estuvo a nuestro favor. La neblina y las lluvias ligeras fueron nuestra compañía permanente. Excepto en el lago Purhuay, donde disfrutamos del sol característico de la sierra del Perú.
Elevándonos más por la Carretera Carhuaz - Chacas - San Luis, oficialmente llamada Ruta departamental AN-107, pasamos por un pequeño lago de nombre Belaúnde, donde me quedé con las ganas de hacer kayak, pensando que encontraría más lagunas en la parte más alta, pero esa fue la única, y por el tiempo y el clima ya no era posible volver para estar en medio de sus aguas.
Una vez que recorrimos los casi 1500 metros de largo del túnel de la Punta Olimpica, nuestros ojos quedaron maravillados al ver tan cerca la nieve. De verdad que valió la pena hacer tan largo recorrido. Ancash es una cajita de sorpresas, cuando crees que lo has visto todo, avanzas un poco y encuentras un lugar mejor que el anterior.
Una vez más estábamos por encima de los 4500 metros de alto. Y aunque el clima era hostil, nuestros ojos estaban maravillados ante tan hermoso panorama.
Jonah, no dudó en bajar del auto y topar por primera vez la nieve. Siempre bien abrigado para no ser atacado por el soroche o mal de altura.
Llegar a los 4736 metros de altura con Jonah (4 años) y Elías (2 años) sin que ellos se enfermasen, fue una gran satisfacción. Ellos han crecido en Lima, y al saber que estaban a esa altura me demostraba que estaban preparados para recorrer los lugares en los que Telma y yo hemos crecido.
Así culminó nuestro recorrido por los Conchucos, una cadena de pueblos olvidados por el Estado y sus gobiernos. Pero que pese a ello merecen ser valorados y tomados en cuenta primero por propios y luego por extraños. Conocimos gente muy buena, amigables, y sonrientes a pesar de las dificultades que les vida. ¡Hasta una próxima oportunidad Conchucos!